No puede ocultar la presión que lleva dentro. Luka Modric no se despega de su teléfono móvil. Va por el hall del hotel Atrium de Split, lugar de concentración de la selección croata, con andares lentos, la cabeza baja, pensativo y con el rostro serio. Cuando ve a un fotógrafo no se esconde, pero gira la cabeza para evitar un mal gesto. Cuida todos los detalles y en las últimas horas ha decidido que la seguridad del hotel le proteja de los focos de las cámaras.
Así vimos ayer a la estrella croata, que tampoco pudo ocultar su sorpresa por ver cómo MARCA se desplazaba a Split para encontrar al hombre más buscado del verano. Lo interpretó como un gesto más de acercamiento a su fichaje por el Real Madrid, como un hecho que le ayuda a seguir adelante con el pulso que mantiene con el presidente y dueño del Tottenham, Daniel Levy.
Pero es un tipo listo, seguro de sí mismo y bien aleccionado. Le han recomendado que no hable, que no haga ningún tipo de declaraciones que puedan enfandar más a Daniel Levy. Y eso es lo que nos insinuó ayer. Nos recibió en el hall del hotel con la condición de que no entrara el fotógrafo. Estaba sentado en el sofá, con su móvil en las manos, y aparentemente relajado.
“Ahora no puedo decir nada. Es imposible. Me tenéis que entender. Prefiero estar así. Sólo puedo decir que tengo ganas de jugar con Suiza, que es lo que más cerca tengo y me hace ilusión. Gracias por venir a verme”, nos dijo mientras nos comentaba que tenía que salir rápidamente a un acto de la Federación croata en el puerto de Split. Nos guiñó el ojo y le seguimos.
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